Jóvenes en taller de prevención organizado por Cruz Roja. Texto y fotos: Jesús Rivera, delegado de Cruz Roja Española en El Salvador.
Hace ahora año y medio, comenzamos a trabajar en la puesta en marcha de un proyecto sobre prevención de violencia juvenil, ligada al fenómeno de las pandillas en El Salvador y con cuatro años de duración. El lugar elegido para la puesta en marcha de esta iniciativa fue un pequeño municipio del área metropolitana de San Salvador, a caballo entre lo rural y lo urbano, y con uno de los mayores índices de violencia de todo El Salvador.
El trabajo en la comunidad nunca es del todo fácil, pero en este caso lo es aún mucho menos, cuando todos los jóvenes de la comunidad sufren a diario problemas con la policía, en forma de detenciones e interrogatorios públicos o bien el acoso del resto de jóvenes de la comunidad, miembros de pandillas, que les presionan para que se unan a la banda. Una encrucijada difícil cuando se tienen 14 años y se sufre del olvido por parte de la familia. Por lo que cualquier persona adulta que trate de acercarse a la juventud de la zona, es vista de entrada con recelo y actitud directa de rechazo.
Por este motivo, el trabajo del equipo técnico, consistió durante el primer año de trabajo, en desarrollar el mayor número de oportunidades de tiempo libre posibles para los jóvenes de la zona, a través del desarrollo de torneos deportivos, festivales artísticos, etc. La intención no era solo "mantener entretenidos a los muchachos", como algunos habitantes de la zona pensaban. Va más allá. Estos espacios son la puerta de entrada al contacto directo con los jóvenes de la comunidad, donde poco a poco, a través del contacto directo con ellos en un entorno de entretenimiento y diversión, dejan de verte como a un extraño y comienzan a confiar en ti. En ese momento, con la confianza ganada, puedes explorar sus sentimientos, sus inquietudes y sus aspiraciones, puedes por fin, dejar de ser un extraño para convertirte en un guía, un educador que poco a poco y con esfuerzo, les aleje de la calle y de la posibilidad de entrar a formar parte de una pandilla, donde sin duda alguna dentro de poco podrían perder la vida.
Es en ese momento crítico que ganas la confianza, que comienza la labor real del proyecto: Convertir a estos jóvenes olvidados y en riesgo de exclusión, en auténticos líderes juveniles de su comunidad, capaces de transformar sus vidas y las de los jóvenes que les rodean.
EL proyecto, promueve la reflexión sobre el entorno donde habitan, la sociedad, la juventud, el liderazgo, los derechos de los jóvenes, etc., todo ello, a través de diversas actividades realizadas dentro y fuera de la comunidad. Son precisamente estas actividades fuera de la comunidad, fuera de su entorno habitual de presión y de abuso hacia ellos, las que más les hacen reflexionar y les "pone a prueba" en cada dinámica de trabajo. Es ahí donde poco a poco liberan su interior y te permiten ver más allá de la fachada de joven violento con que un día les etiquetaron, y comienzas a conocer a la persona sin etiquetas, sin prejuicios. Sobre todo, es aquí donde comienzas a aprender.
Hace unos meses que en una de estas actividades fuera de la comunidad, un campamento, realizábamos diferentes dinámicas de formación y reflexión. El grupo era nuevo, 24 jóvenes de seis comunidades distintas, muchas de ellas, enfrentadas entre sí por la influencia de diferentes pandillas. Como siempre el equipo técnico dirigía las sesiones de trabajo con los jóvenes, en su mayoría mayores de dieciocho años, pero también algunos de ellos de no más de quince. Después de toda la jornada de trabajo, y mientras los jóvenes se iban a las duchas antes de la cena, compartíamos algunas impresiones sobre el trabajo. Discutíamos sobre las causas de la violencia que afectan a estos chicos, lo de siempre; violencia estructural y casi de estado, abandono familiar, cercanía a las pandillas, etc., en definitiva, mucha teoría. En ese momento, los chicos comenzaron a entrar y nos dispusimos a supervisar el momento de la cena. Al comenzar a servir los platos en la mesa, nos percatamos de que uno de los jóvenes de 15 años de los que habían servido primero miraba su plato fijamente, pero inmóvil y sin levantar la cabeza. Como presentíamos que algo ocurría, el coordinador del proyecto se acercó a la mesa para preguntar y efectivamente algo ocurría. El joven de 15 años de edad estaba emocionado, tanto que casi no podía responder y todo, simplemente porque alguien, sin importar que fuera un desconocido que simplemente hace su trabajo como puede ser un camarero, tuvo el gesto simple de haberle servido la comida en la mesa. Alguien, se había acercado, le había sonreído y dispuesto la cena en la mesa, un gesto que aunque sencillo y según sus propias palabras: "Nunca nadie había hecho, ni siquiera en mi casa".
Tras esto, el coordinador del proyecto se sentó a su lado y cenó con él. Cuando hubo terminado la cena y todos se marcharon, él nos contó todo, aún con una mirada algo conmovida pero tranquila. Cuando término de contarlo solamente realizó una pausa, y antes de marcharse a su habitación concluyó: "Demasiado lejos hemos tratado de buscar la causa de lo que les pasa a estos jóvenes, simplemente, creo que nos han dado hoy una buena lección de humildad".
Quizás sea cierto que el entorno de represión, olvido y marginalidad que sufren en las comunidades donde habitan, influye en la violencia que muestran los jóvenes hacia sus iguales, no siempre, pero en algunos casos como en El Salvador, con una brutalidad extrema. Quizás sea cierto también que la represión que sufren día a día por parte de todos; familia, fuerzas de seguridad, desconocidos, pandilleros, etc., les obligue a comportarse así para sobrevivir. Pero quizás también sea cierto, aunque cada día lo olvidemos, que un simple gesto puede cambiar la vida de cada uno de ellos. Quizás solo necesitemos compromiso y una buena lección de humildad.
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