María Rodríguez Bezares - "Vives ciega, locamente enamorada y besas el camino que él traza. Tú lo ves como un hombre que te quiere" y confundes su posesión y sus celos con el amor. Al principio, controla tu forma de vestir y, poco a poco, ese control llega a ser casi absoluto hasta el punto de llegar a asfixiarte. Cuando la sumisión no es total por tu parte, un día "te dice que te va a matar". Porque "o eres mía o no eres de nadie". Este es el infierno que ha vivido Ana Isabel y que viven tantas mujeres víctimas de violencia de género.
Ana Isabel confiesa que su liberación y la de sus hijos fue que él se suicidó y, con su testimonio, ejerce una fuerte crítica a todo el proceso de denuncia: "salgo doblemente victimizada porque me tratas como una mentirosa, me haces pasar por un detector de mentiras". Añade que en los únicos delitos en los que se pasa por un detector de mentiras es en aquellos contra las mujeres.
Y después, "si consigo la orden de alejamiento, lo que tengo es el teléfono de un policía que me protege a mí y a otras 150 mujeres. Entro en una casa de acogida y ¿después? ¿De qué voy a vivir? ¿Y mis hijos?". Ana Isabel trabajó como abogada en la Asociación de mujeres separadas y divorciadas desde 2011 a 2016, "y salía llorando a diario de las consultas. Lloras de impotencia. Y de rabia".
Las mujeres víctimas de violencia de género necesitan "ser escuchadas, ser creídas y, a partir de ahí, ser protegidas en los ámbitos físico, económico y emocional". Porque la lucha no acaba con la denuncia. Pero ella nos habla de su aprendizaje: "aprendes que no eres la media naranja de nadie, que tú misma eres la naranja entera. Y que puedes vivir sin un apéndice que te organice y te lleve".