Más de diez años como socio de Cruz Roja y un día, leyendo esta revista, conoció la campaña Kilómetros de Felicidad (por cada kilómetro que recorren los deportistas participantes, Euromaster dona un juguete a la infancia en dificultades). "Me duelen mucho los problemas de la infancia y como pensaba en hacer el Camino de Santiago, me dije, esta es la mía". Bautizó a la bici, "la juguetona", cargó 12 kilos de equipaje y a la carretera el 2 de septiembre. Después de 22 días de pedaleo en solitario, alcanzaba la meta en la plaza del Obradoiro.
Por el camino, jornadas de hasta 142 kilómetros, 3.000 fotografías en todo el recorrido, 200 kilómetros de más por despistes en la ruta. "No, no llevada GPS, pero mejor, así he conseguido otros 200 juguetes". Y en cada destino, el encuentro con el voluntariado de Cruz Roja. "La solidaridad ha sido lo más bonito. Algunos bares me hacían rebaja cuando paraba a comer, en un taller no me quisieron cobrar una llanta que tuve que cambiar..." "Pero la gasolina era pensar que cada trecho significaba una sonrisa como la de mis nietos". Él también ha ayudado, es lo suyo entre peregrinos. "Vi a un ciclista de lejos y no pedaleaba bien. Venía de Roncesvalles y le dolían las piernas. Era la postura, el sillín demasiado bajo, enseguida notó la mejora".
En otra etapa se encontró con unos niños y niñas refugiados, de Ucrania. Jugaban en la calle y se acercaron a charlar con él. "Les conté el motivo del viaje y me daban las gracias. Querían uno de esos juguetes, claro. Quién sabe, quizás se cumpla". Fernando dice que ayudar a los demás es la mejor forma de vivir. "Solo hay que decir 'quiero hacerlo' y ponerse. La voluntad lo es todo".